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Esperar hasta el 21 de Junio a que se reanudara el proceso judicial podía significar el crecimiento del temor y la angustia.
.El Tribunal, presidido por José María Roca e integrado por los vocales Sergio Garzón y Miguel Ángel Prino, a cargo de la causa Puente de Fuego de la Cámara en lo Correccional y Criminal de Bell Ville, estaba a punto de declarar un cuarto intermedio para esta fecha, cuando Carlos Figueroa, abogado defensor de Vanesa Payero y Betiana Zapata, pronunció las sorpresivas palabras que le darían un giro de 180º al proceso: “Las imputadas quieren declarar”.
Jorge Luís González, ex policía de la División Antisecuestros de la Federal y dueño del cabaret Puente de Fuego, y Valeria Calderón, quien en un primer momento se decía concubina de González, y a quien daba como padre de su hija, están acusados de los delitos de tenencia de armas de fuego de uso civil (una escopeta calibre 12,70 y una carabina calibre 22) y tenencia de arma de guerra (un FAL calibre 7,62). Además, junto a Payero y Zapata, son imputados por promoción de la prostitución calificada reiterada, privación ilegítima de la libertad calificada y reducción a la servidumbre. Esta causa se abrió luego de que el Dr. Rodolfo Luís Bosco dio a conocer a la justicia el estado de salud de Sandra Amaya, quien hacia sólo unas horas, se había escapado del prostíbulo. “Estaba hipotensa, con cuatro de mínima y ocho de máxima de tensión. Estaba sucia, anémica, deshidratada, desnutrida y presentaba una herida seria en la región frontal (cuya infección produjo parásitos)”.
Jorge Luís González, ex policía de la División Antisecuestros de la Federal y dueño del cabaret Puente de Fuego, y Valeria Calderón, quien en un primer momento se decía concubina de González, y a quien daba como padre de su hija, están acusados de los delitos de tenencia de armas de fuego de uso civil (una escopeta calibre 12,70 y una carabina calibre 22) y tenencia de arma de guerra (un FAL calibre 7,62). Además, junto a Payero y Zapata, son imputados por promoción de la prostitución calificada reiterada, privación ilegítima de la libertad calificada y reducción a la servidumbre. Esta causa se abrió luego de que el Dr. Rodolfo Luís Bosco dio a conocer a la justicia el estado de salud de Sandra Amaya, quien hacia sólo unas horas, se había escapado del prostíbulo. “Estaba hipotensa, con cuatro de mínima y ocho de máxima de tensión. Estaba sucia, anémica, deshidratada, desnutrida y presentaba una herida seria en la región frontal (cuya infección produjo parásitos)”.
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El inicio del terror
Según se desprende del expediente judicial sobre el caso, Sandra trabajaba en la feria ganadera de Wilver, en Justiniano Posse, cuando se le presentó Jorge Luis González (37) y le ofreció 200 pesos para cocinar y mantener la limpieza de su cabaret Puente de Fuego, en Inriville (a 320 Km. de la ciudad de Córdoba). Ni bien llegó, Don Jorge (así lo llamaban todas las chicas) le avisó que no iba a ser una empleada doméstica. “Vas a trabajar de prostituta”, le gritó con voz fuerte. El pasado de Sandra es lo que la diferencia del resto de las chicas, quienes desde muy pequeñas se iniciaron en la prostitución y llegaron a Puente de Fuego vendidas por unos pocos billetes.
Payero declaró que en su segunda noche en el burdel, Sandra hizo llamar a la policía, lo cual desató la ira de González, quien la golpeo y la obligó a Vanesa a esposarla a una cama. Además, confesó que le pegaba y que le quemaba el cuerpo con cigarrillos. “Él me obligó a hacerlo, me decía que yo tenía dos chicos hermosos y que él los conocía” sostuvo justificándose. Lo más espeluznante de su narración se produjo cuando afirmó que Sandra -o Maru, su nombre de fantasía- trabajó una o dos semanas y “el resto del tiempo estuvo encerrada en la cueva”, un pozo de tres metros cubierto con una chapa, donde sólo había una reposera y un caño al cual era esposada. De hecho, pasó allí más de un mes luego de su llegada, y los últimos diez días que estuvo en el lugar. En el expediente figura que Vanesa le introduce un palo en el ano a Sandra. Esta parte del abominable testimonio de la víctima fue negado por Payero. “Yo lo que recuerdo es que estaba muy mal y que en la cueva alucinaba”, agregó la imputada.Uno de los efectos de este giro en el proceso, fue la renuncia del abogado defensor de los principales acusados, Horacio Balieani, al iniciarse la siguiente audiencia, el día 21 de Julio. Después de que varios letrados rechazaran la propuesta, se designó a Sandro Ferrero y José Maggi para defender a González y a Calderón respectivamente. Por esto mismo, se pasó a un nuevo cuarto intermedio para los días 5 y 6 de Julio.
Según se desprende del expediente judicial sobre el caso, Sandra trabajaba en la feria ganadera de Wilver, en Justiniano Posse, cuando se le presentó Jorge Luis González (37) y le ofreció 200 pesos para cocinar y mantener la limpieza de su cabaret Puente de Fuego, en Inriville (a 320 Km. de la ciudad de Córdoba). Ni bien llegó, Don Jorge (así lo llamaban todas las chicas) le avisó que no iba a ser una empleada doméstica. “Vas a trabajar de prostituta”, le gritó con voz fuerte. El pasado de Sandra es lo que la diferencia del resto de las chicas, quienes desde muy pequeñas se iniciaron en la prostitución y llegaron a Puente de Fuego vendidas por unos pocos billetes.
Payero declaró que en su segunda noche en el burdel, Sandra hizo llamar a la policía, lo cual desató la ira de González, quien la golpeo y la obligó a Vanesa a esposarla a una cama. Además, confesó que le pegaba y que le quemaba el cuerpo con cigarrillos. “Él me obligó a hacerlo, me decía que yo tenía dos chicos hermosos y que él los conocía” sostuvo justificándose. Lo más espeluznante de su narración se produjo cuando afirmó que Sandra -o Maru, su nombre de fantasía- trabajó una o dos semanas y “el resto del tiempo estuvo encerrada en la cueva”, un pozo de tres metros cubierto con una chapa, donde sólo había una reposera y un caño al cual era esposada. De hecho, pasó allí más de un mes luego de su llegada, y los últimos diez días que estuvo en el lugar. En el expediente figura que Vanesa le introduce un palo en el ano a Sandra. Esta parte del abominable testimonio de la víctima fue negado por Payero. “Yo lo que recuerdo es que estaba muy mal y que en la cueva alucinaba”, agregó la imputada.Uno de los efectos de este giro en el proceso, fue la renuncia del abogado defensor de los principales acusados, Horacio Balieani, al iniciarse la siguiente audiencia, el día 21 de Julio. Después de que varios letrados rechazaran la propuesta, se designó a Sandro Ferrero y José Maggi para defender a González y a Calderón respectivamente. Por esto mismo, se pasó a un nuevo cuarto intermedio para los días 5 y 6 de Julio.
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Las declaraciones
La víctima y principal testigo de la causa, se expresó de manera cruda, pero temerosa: “Don Jorge me mojaba y metía electricidad con cables pelados en los pechos”. “Me pegaban y se reían”, “Me vendaron los ojos, orinaban y defecaban en mi boca”, “Vanesa era la que me metió el palo en el culo”, en alusión a los imputados. Más allá de las palabras su mejor testimonio fue su cuerpo malherido y su mente atormentada. El llanto desconsolado invadió a Sandra. Su estado de ánimo era tan deprimente que el abogado de Calderón, quien iba a formular una pregunta retrocedió y dijo que renunciaba a la misma. Ya nadie se animaba a profundizar en el interrogatorio. Sergio González Achával, representante promiscuo de las menores víctimas, había reclamado casi a los gritos que estuvo presente en la pericia psicológica realizada a Sandra. “No pueden revictimizarla”, rogó.
Para esta sesión, la defensa de Calderón decidió cambiar rotundamente de estrategia: ubicarse como víctima y hacer de González el “villano de la película”. “Pido perdón porque todo lo hice contra mi voluntad, tenía miedo de que me quitara a mi hija, que me la prostituyera”. Según el testimonio de Calderón, el ex policía González le pegaba y amenazaba, desmintiendo sus dichos iniciales de que era su concubina y el padre de su hija.
La acusada destacó también la complicidad de la Policía, en especial de unos tales “Ledesma y Rodríguez”, a quienes González les pagaba e invitaba a comer asados. Otro policía cuya integridad estuvo en juego durante toda la audiencia, fue el comisario inspector Audisio, quien semanalmente realizaba inspecciones al cabaret “Puente de Fuego” de Inriville y nunca informó sobre la presencia de menores en el lugar. Esta vinculación con las fuerzas de seguridad ya había sido denunciada por Vanesa Payero. Por otro lado, el encargado de la Sub- comisaría de Irriville, Marcelo Inamorato, aseguró desconocer que se ejercía la prostitución en Puente de Fuego.
Calderón además afirmó que era la única que tenía la libertad de salir del cabaret. Sin embargo, el testimonio del remisero que trabajaba con los clientes, Eduardo Delamata, sostuvo que las prostitutas iban al pueblo varias veces por semana.
La víctima y principal testigo de la causa, se expresó de manera cruda, pero temerosa: “Don Jorge me mojaba y metía electricidad con cables pelados en los pechos”. “Me pegaban y se reían”, “Me vendaron los ojos, orinaban y defecaban en mi boca”, “Vanesa era la que me metió el palo en el culo”, en alusión a los imputados. Más allá de las palabras su mejor testimonio fue su cuerpo malherido y su mente atormentada. El llanto desconsolado invadió a Sandra. Su estado de ánimo era tan deprimente que el abogado de Calderón, quien iba a formular una pregunta retrocedió y dijo que renunciaba a la misma. Ya nadie se animaba a profundizar en el interrogatorio. Sergio González Achával, representante promiscuo de las menores víctimas, había reclamado casi a los gritos que estuvo presente en la pericia psicológica realizada a Sandra. “No pueden revictimizarla”, rogó.
Para esta sesión, la defensa de Calderón decidió cambiar rotundamente de estrategia: ubicarse como víctima y hacer de González el “villano de la película”. “Pido perdón porque todo lo hice contra mi voluntad, tenía miedo de que me quitara a mi hija, que me la prostituyera”. Según el testimonio de Calderón, el ex policía González le pegaba y amenazaba, desmintiendo sus dichos iniciales de que era su concubina y el padre de su hija.
La acusada destacó también la complicidad de la Policía, en especial de unos tales “Ledesma y Rodríguez”, a quienes González les pagaba e invitaba a comer asados. Otro policía cuya integridad estuvo en juego durante toda la audiencia, fue el comisario inspector Audisio, quien semanalmente realizaba inspecciones al cabaret “Puente de Fuego” de Inriville y nunca informó sobre la presencia de menores en el lugar. Esta vinculación con las fuerzas de seguridad ya había sido denunciada por Vanesa Payero. Por otro lado, el encargado de la Sub- comisaría de Irriville, Marcelo Inamorato, aseguró desconocer que se ejercía la prostitución en Puente de Fuego.
Calderón además afirmó que era la única que tenía la libertad de salir del cabaret. Sin embargo, el testimonio del remisero que trabajaba con los clientes, Eduardo Delamata, sostuvo que las prostitutas iban al pueblo varias veces por semana.
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Tribunal a cielo abierto
La última audiencia tuvo como escenario al lupanar, situado a siete kilómetros de Irriville por ruta 12, hacia Marcos Juárez. Hace dos años que las instalaciones se encontraban abandonadas. Al ingresar al lugar Payero y Zapata entraron en llanto. Sin emitir valoraciones, el tribunal se dirigió hacia la cueva. Muy cerca de la misma, una huella de puma evidenciaba en peligro al que Sandra estaba expuesta, del cual pudo escapar con vida el 30 de Noviembre del año 2004, tres meses después de comenzado su infierno.
El haber estado diez días sin comer, fue para Sandra el motivo de su salvación. Había adelgazado tanto que pudo con un poco de esfuerzo sacar sus manos de las esposas. Ni su terrible estado de salud, tanto física como mental, ni el río que debió cruzar fueron obstáculos en su desesperada carrera de ocho kilómetros hacia la libertad. Divisó a un hombre en un tractor y hacia allí se dirigió, era el despertar de su pesadilla. En una escena digna de una película de terror, Pedro Preguitti, de 71 años, escuchó la voz de Sandra a sus espaldas y fue al darse vuelta que la vio: una figura tambaleante y sucia. “¿Qué sos un chico o una chica?” preguntó al no reconocer lo que veía. “Una chica, me escapé del cabaret” atinó a decir Sandra. “Tengo mucha hambre, hace diez días que no como” agregó antes de caer desmallada. Media hora más tarde los hijos de Preguitti llamaron a la policía y esta increíble secuencia de aberraciones llegaba a su fin. Sandra había protagonizado un verdadero milagro, dentro una historia que ni el propio Marqués de Sade podría haber imaginado.
La última audiencia tuvo como escenario al lupanar, situado a siete kilómetros de Irriville por ruta 12, hacia Marcos Juárez. Hace dos años que las instalaciones se encontraban abandonadas. Al ingresar al lugar Payero y Zapata entraron en llanto. Sin emitir valoraciones, el tribunal se dirigió hacia la cueva. Muy cerca de la misma, una huella de puma evidenciaba en peligro al que Sandra estaba expuesta, del cual pudo escapar con vida el 30 de Noviembre del año 2004, tres meses después de comenzado su infierno.
El haber estado diez días sin comer, fue para Sandra el motivo de su salvación. Había adelgazado tanto que pudo con un poco de esfuerzo sacar sus manos de las esposas. Ni su terrible estado de salud, tanto física como mental, ni el río que debió cruzar fueron obstáculos en su desesperada carrera de ocho kilómetros hacia la libertad. Divisó a un hombre en un tractor y hacia allí se dirigió, era el despertar de su pesadilla. En una escena digna de una película de terror, Pedro Preguitti, de 71 años, escuchó la voz de Sandra a sus espaldas y fue al darse vuelta que la vio: una figura tambaleante y sucia. “¿Qué sos un chico o una chica?” preguntó al no reconocer lo que veía. “Una chica, me escapé del cabaret” atinó a decir Sandra. “Tengo mucha hambre, hace diez días que no como” agregó antes de caer desmallada. Media hora más tarde los hijos de Preguitti llamaron a la policía y esta increíble secuencia de aberraciones llegaba a su fin. Sandra había protagonizado un verdadero milagro, dentro una historia que ni el propio Marqués de Sade podría haber imaginado.
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