Los jóvenes detenidos en los institutos de menores del complejo de Bower, gozan de beneficios exclusivos por su condición. Pueden obtener salidas transitorias, asistir a un colegio fuera de las instalaciones carcelariasy son intocables para los guardiacárceles.
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Córdoba, Arg. - Por día, en promedio, ingresan dos jóvenes a cada uno de los institutos, destinados a albergar a chicos de diferente edad y situación legal. De esta manera se intenta que los menores internos no aprendan, ni se familiaricen aún más con el mundo del crimen. De manera permanente funciona un gabinete psicológico, que brinda asistencia al menor hasta un año después de su liberación. Pero aún así pareciera ser insuficiente para la gran cantidad de chicos que reinciden en la delincuencia y retornan con sus viejos compañeros.
En base al análisis de un equipo de psicólogos y trabajadores sociales, sobre su condición legal, familiar y ambiental, el juzgado de menores de la provincia designará a cada nuevo presidiario el instituto que será su hogar durante el periodo de condena.
Los guardias externos, o en ocasiones policías, acompañan a los jóvenes a la escuela, al hospital, a un centro psiquiátrico en casos particulares y hasta a las visitas familiares que realiza algún interno a su hogar con autorización exclusiva del juzgado. Las visitas familiares son dos veces a la semana, y sólo pueden concurrir los padres. Demás familiares y amigos, necesitan autorización de la justicia.
Por las mañanas los jóvenes internos acuden a los talleres de carpintería, herrería y huerta, a cargo del gobierno provincial. Quienes están autorizados van al Colegio Ilqueren, exclusivo para jóvenes con problemas legales, situado en las proximidades de la Terminal de ómnibus de Córdoba.
Los conflictos son poco frecuentes, y la relación con los guardias internos es relativamente buena. Los llaman "maestros" dado que sólo están allí para cuidarlos y no pueden ejercer violencia contra ellos. Por esto mismo estudian técnicas de reducción y manejo sin dejar marcas en el Colegio de Penitenciaria. Son cerca de 25 guardias para cuidar a más de 150 chicos.
Según su condición judicial y su conducta los internos pueden acceder a salidas transitorias quincenales sin supervisación durante los fines de semana. Si cumplen correctamente los plazos para su regreso y no tienen peleas con otros internos, el juzgado de menores les otorga salidas semanales. Si no regresan el domingo por la noche, son considerados en fuga y se da aviso a la policía y al poder judicial. Pero el viaje hacia el complejo Bower no es sencillo: un solo transporte se dirige hasta allá y su frecuencia es escasa. El paso siguiente son las salidas extendidas, de varios meses, debiendo presentarse en el juzgado cada dos semanas. De no cumplirse son buscados por la policía.
Al momento de la liberación definitiva, son dados en custodia a sus padres o a algún familiar o conocido, ya que no siempre la familia posee los medios para mantener y contener a un menor de estas características. Muchos de ellos consideran a su instituto como su hogar, ya que están allí casi por voluntad propia hasta los 21 años cuando son trasladados a la cárcel de adultos de Bower, donde no hay concesiones ni beneficios especiales.
Contrariamente a los que se piensa, los menores no poseen grandes obstáculos para reinsertarse en la sociedad y conseguir un empleo. Muchos jóvenes liberados han conseguido empleo a través del Programa Primer Paso. Los casos de reincidencia son sobre todo por conflictos de su entorno.
En base al análisis de un equipo de psicólogos y trabajadores sociales, sobre su condición legal, familiar y ambiental, el juzgado de menores de la provincia designará a cada nuevo presidiario el instituto que será su hogar durante el periodo de condena.
Los guardias externos, o en ocasiones policías, acompañan a los jóvenes a la escuela, al hospital, a un centro psiquiátrico en casos particulares y hasta a las visitas familiares que realiza algún interno a su hogar con autorización exclusiva del juzgado. Las visitas familiares son dos veces a la semana, y sólo pueden concurrir los padres. Demás familiares y amigos, necesitan autorización de la justicia.
Por las mañanas los jóvenes internos acuden a los talleres de carpintería, herrería y huerta, a cargo del gobierno provincial. Quienes están autorizados van al Colegio Ilqueren, exclusivo para jóvenes con problemas legales, situado en las proximidades de la Terminal de ómnibus de Córdoba.
Los conflictos son poco frecuentes, y la relación con los guardias internos es relativamente buena. Los llaman "maestros" dado que sólo están allí para cuidarlos y no pueden ejercer violencia contra ellos. Por esto mismo estudian técnicas de reducción y manejo sin dejar marcas en el Colegio de Penitenciaria. Son cerca de 25 guardias para cuidar a más de 150 chicos.
Según su condición judicial y su conducta los internos pueden acceder a salidas transitorias quincenales sin supervisación durante los fines de semana. Si cumplen correctamente los plazos para su regreso y no tienen peleas con otros internos, el juzgado de menores les otorga salidas semanales. Si no regresan el domingo por la noche, son considerados en fuga y se da aviso a la policía y al poder judicial. Pero el viaje hacia el complejo Bower no es sencillo: un solo transporte se dirige hasta allá y su frecuencia es escasa. El paso siguiente son las salidas extendidas, de varios meses, debiendo presentarse en el juzgado cada dos semanas. De no cumplirse son buscados por la policía.
Al momento de la liberación definitiva, son dados en custodia a sus padres o a algún familiar o conocido, ya que no siempre la familia posee los medios para mantener y contener a un menor de estas características. Muchos de ellos consideran a su instituto como su hogar, ya que están allí casi por voluntad propia hasta los 21 años cuando son trasladados a la cárcel de adultos de Bower, donde no hay concesiones ni beneficios especiales.
Contrariamente a los que se piensa, los menores no poseen grandes obstáculos para reinsertarse en la sociedad y conseguir un empleo. Muchos jóvenes liberados han conseguido empleo a través del Programa Primer Paso. Los casos de reincidencia son sobre todo por conflictos de su entorno.
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